El árbol generoso

El árbol generoso
Shel Silverstein – Kalandraka

Había una vez un niño y un árbol que pasaban infinidad de tardes juntos. El árbol dejaba que el niño trepara por su tronco, comiera sus manzanas o disfrutara de dulces siestas a su sombra. Sus hojas se convertían en una corona para el niño, feliz de poder disfrutar de todo lo que le daba el árbol.

Pero pasó el tiempo y el niño empezó a pedir cosas, porque la felicidad ya novenía por lo que aparecía en la vida sino que siempre necesitaba algo que no se tenía. Así, conforme avanzó su vida, el niño fue perdiendo la felicidad y rogaba al árbol que le diera más cosas: manzanas para venderlas, sus ramas para construirse una casa y su tronco para navegar muy lejos de allí. El árbol, que quería mucho al niño, se lo dio todo, hasta que quedó reducido a un tocón sin posibilidad de florecer en primavera. Es solo al final de la historia, cuando el niño ya es un viejecito enjuto y no puede recueperar la sonrisa, cuando el árbol le da el consuelo y la felicidad definitiva: un lugar donde apoyarse y descansar.

‘El árbol generoso’ es el cuento más famoso de Shel Silverstein que ahora nos trae Kalandraka. Su historia ha despertado durante años diversas interpretaciones: para unos, el árbol es un símbolo de la paternidad que todo lo da cuando se le pide, para otros es una denuncia de la explotación de la naturaleza, a la que tanto exigimos y que tan poco cariño damos de vuelta. Pero la magia de este cuento sin duda descansa en la sencillez de su historia, capaz de evocar tantas cosas para mayores y pequeños y que consigue, con un dibujo sencillo y un relato mínimo, obligarnos a pensar, recordar y buscar un cálido abrazo que nos devuelva la felicidad.

Pilar Torres

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