El ciclista

El ciclista
Tim Krabbé – Los libros del lince

Hay pocos deportes que definan la vida de un modo tan certero. El ciclismo es constancia, cambio de ritmo, de terreno, la búsqueda continua de equilibrio, el rigor majestuoso del tiempo disociado: ese que juega a eternizarse en las etapas de montaña de aquel que intenta evaporarse entre las agujas de los cronómetros y el pulso de los gemelos y los manillares. Pero sobre todo es el hombre frente al caos buscando la armonía a través de esa extensión casi inevitable de su cuerpo, la bicicleta, un soporte que parece ingrávido pero que pesa lo suyo y que es capaz de crear el impulso para que el ciclista pedalee, primero por dentro, y pueda sentir luego que esa energía le fluye como una turbina por los pies. Incansable, con ese automatismo falso de los pilotos automáticos.

Se agradece que Kabblé nos lleve de paquete en la recreación de su paso por el Tour del Mont Aigoual en 1978.  Este es un cuaderno de abordo que hay que paladear con los ojos y las orejas muy abiertos.

La claridad  y la falta de impostura que demuestra el autor nos hace sentirnos próximos, igual de vulnerables y de exhaustos que él, ante la preparación y la experiencia de cada etapa, de los segundos perdidos, de ese paisaje mental que se adhiere al cuentakilómetros,  de la extraña sensación que conllevan tanto el triunfo como la derrota, o la suma de ambas cosas, porque en realidad en cada jornada Kabblé gana y pierde algo y lo atesora en estas notas hiperrealistas.

El ciclista es un acercamiento a la pasión inquieta del corredor de fondo, ese que disfruta del pedaleo y hace trazos matemáticos y filosóficos para adiestrar al tiempo cuando toca ser parte del pelotón, sin olvidar que lo que persigue es la escapada, aunque dure poco. La libertad que da vencerse a uno mismo. Ponerse a prueba siempre. Más allá de los colores del maillot y de las escuderías.

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